miércoles, 31 de marzo de 2010

SILENCIOS

Desde siempre me gustan los silencios. Pero no todos. Me da paz el de la soledad buscada, campo abierto y brisa, hierba verde y sol. O el de sofá, mantita y libro. Me gusta estar en silencio cuando viajo con mi mente hacia lugares y situaciones con las que suelo soñar.
Y luego está mi favorito. El que está lleno de palabras no dichas, el que juega con una caricia y una mirada sonriente y directa. El que te sacude por dentro, te asusta y te hace feliz a partes iguales.
Reconozco que me incomoda el de no saber qué decir ante un recién conocido. Y me angustia el que percibo contenido para evitar el conflicto. Durante un tiempo demasiado largo viví una gran cantidad de silencios tristes, vacíos, los que nacen de la ausencia. Una ausencia dura porque la otra persona está ahí, a medio metro, pero ni siquiera te ve. Y evidentemente ya no tiene nada que decirte.
Éste no, nunca. No quiero volver a vivirlo. Cruzo los dedos.

lunes, 29 de marzo de 2010

TODO CAMBIA




Como cantaba Mercedes Sosa. Hace unos días me emocionaba darme cuenta de que un árbol algo raquítico que tengo delante de la oficina se estaba empezando a llenar de florecitas blanquecinas. Ahora acabo de ver que ya no están, no queda ni una. Pero no puedo entristecerme, porque han dado paso a un montón de hojitas de color granate oscuro. Es el mismo árbol, el seco y frágil de hace unos meses y el florido de hace unas semanas. Ahora parece más grande, transmite fuerza, y su color intenso hace que se me vaya la vista hacia él. ¿También dará frutos? Tengo que mirarlo en google.

martes, 23 de marzo de 2010

PALABRAS

A veces me faltan las palabras. Cuando más necesito hablar, cuando tengo más que decir. Seguro que los de la RAE las tienen todas, pero yo no las encuentro. Necesitaría que algún académico se metiera dentro de mí (uy), desenredase ese montón de sentimientos-miedos-esperanzas que se agolpan sin control en tan poco espacio y se andan dando codazos y estirones de pelo para hacerse sitio, pusiese un poco de orden (¡firmes!) y les fuese colgando su propio nombre. Y los pusiera en fila según... su intensidad, su novedad, su sensatez? Así me resultaría mucho más fácil. Porque quiero expresar justamente eso y no algo parecido. Porque quiero, con palabras, decir lo que ya digo con gestos, sonrisas, miradas y silencios. Al final, como siempre, abriré la boca y saldrá cualquier tontería. Y qué rabia me dará.

jueves, 18 de marzo de 2010

¿Ya es primavera?


Seguro que no es un cerezo, deduzco con mi agudeza habitual, porque nunca ha tenido cerezas, pero sus flores son parecidas. Pequeñitas, de color blanco rosado. Llevo meses viendo esas ramas finas, secas y dañadas (como describen los fabricantes de champú el pelo de algunos) por la ventana, sin hojas y sin nada, movidas por el viento. Han sido el fondo de foto de este invierno mío, de muchos ratos de frío vividos con algo parecido a una mezcla de agobio, tristeza y aburrimiento. Desde hace un par de semanas, a la vez que empezó a salir el sol, han ido apareciendo esas florecitas, no muchas, una aquí y otra allá. Las ramas siguen siendo finas, pero ya no parecen secas ni dañadas. Y esa pincelada rosácea en mi paisaje diario se mezcla con el resto de mis colores. Aunque no es un tono dominante lo impregna todo, y yo me siento mucho más multicolor que antes de que empezara a salir de nuevo el sol.

jueves, 11 de marzo de 2010

ES TAN POCO

Esta mañana antes del cole mis hijas se han dedicado a sacar los álbumes de fotos de la librería. Sin tiempo ni fuerzas para obligarles a recoger, lo hemos dejado todo por el suelo. Al volver de trabajar he empezado a colocar cada cosa en su sitio. Además de los álbumes habían sacado un librito de Benedetti, qué cultas mis niñas, y lo habían dejado abierto justamente por esta página

ES TAN POCO
Lo que conoces
es tan poco
lo que conoces de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista desde afuera
son los postigos de mi tristeza
el llamador de mi tristeza
Pero no sabes nada
a lo sumo
piensas a veces
que es tan poco
lo que conozco de ti
o sea tus nubes
o tus silencios
o tus gestos
lo que conozco es la tristeza
de tu casa vista desde afuera
son los postigos de tu tristeza
el llamador de tu tristeza.
Pero no llamas.
Pero no llamo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

EN TU HONOR

Quiero que de nuevo seas el protagonista de una de mis historias, pero hoy de otra forma. Porque a pesar de todo, te mereces también un pequeño y último homenaje, y confío en que quizá si soy capaz de hacerlo, llegue a la curación definitiva.
Fue necesario tirarte a patadas del pedestal para poder sobrevivir, y alimentar un pelín el rencor para hacerme fuerte. Los primeros días, meses, recordar todas las cosas malas, todo lo que fallaba, todo lo que te pedí pero no me diste, todo lo que me diste sin yo quererlo, todo lo que me hacía daño.
Después llegó la indiferencia absoluta teñida de cierto desprecio. El sentimiento de liberación. Por supuesto, el cara a cara cordial, civilizado, como debe ser.
Hoy nos hemos visto y hemos conseguido algo mágico, reírnos juntos.
Te diré aquí (aunque nunca lo leerás) que era bonito reírse juntos. Era algo que también hacíamos, aunque haya querido olvidarlo.
Y bueno, ya está. No es gran cosa pero como homenaje para ti no creo que se me pueda pedir más. Lo que cuenta es la intención. ¿Curada?

jueves, 4 de marzo de 2010

MIRA, GUAPITO....

Ahora mismo, hace dos minutos, casi tengo un accidente en la autovía. Venía yo tranquilamente con mi coche, que por cierto me lleva y me trae a todas partes como un campeón. Tiene los típicos achaques, algún ruidillo que pone nervioso a los tiquismiquis, un poco de humo de más por el tubo de escape, varios roces por fuera, una mancha de actimel en el asiento de atrás que no sale... nada importante. Ya tiene el pobre edad para prejubilarse, pero bueno, teniendo en cuenta los nuevos planes del gobierno y mi liquidez actual, va a tener que aguantar unos cuantos añitos más.
Pues eso, que venía yo disfrutando del calorcito que da el sol esta tarde a través las ventanas, escuchando y cantando a Battiato, pensando qué bien que mañana es fiesta. He mirado por el retrovisor, nada. He puesto el intermitente, he adelantado a una furgonetilla y me he quedado en ese carril. A los dos segundos he vuelto a mirar por el retrovisor y no sé de dónde ha salido, pero una especie de tanque negro brillante, marca BMW, se ha plantado a medio metro de mi culo (bueno del culo de mi utilitario familiar, pobre pero honrao). Yo creo que ni medio metro había. Con el sobresalto casi pego un volantazo, pero he aguantado unos segundos y en cuanto he podido me he cambiado de carril. Ha pasado como un rayo pero he podido ver su cara, una sonrisa guasona y expresión de "quita de enmedio, abuela". Es una recta larga, y ha repetido la operación un par de veces por delante. Por cierto yo iba a más de la velocidad permitida, a 125 en un tramo de máximo 100.
Dicen que dentro de los coches nos sentimos protegidos y por eso nos volvemos agresivos con los otros conductores. Supongo que este pollo disfruta con la sensación de que los demás se aparten a su paso. No voy a entrar en disquisiciones de psicólogo, aunque sería bueno saber por qué necesita asustar, "ser" el más grande y el más rápido para sentirse alguien. Es su problema. Lo que no quiero es jugarme la vida por los íntimos complejos de nadie.
Así que me hubiera gustado tener unas palabras en persona con él. Sin carrocería que nos protegiera a ninguno de los dos. Quitarle sus gafas de sol y decirle cuatro cositas. Nariz a nariz, seguro que me lo como con patatas.

martes, 2 de marzo de 2010

APENDICITIS

Me hubiera gustado que me operaran de apendicitis. Eso de saber que tengo una bolsita en mi interior donde se guardan todas mis inmundicias y que cualquier día puede reventar, y reventarme a mí por dentro, a veces me angustia. Una noche de esas de no poder dormir, cuando te vienen los fantasmas a la cabeza y se te ocurren las historias más surrealistas, pensaba que ese saquito de pellejo guarda amontonadas todas nuestras miserias. Y gracias a eso no se extienden por nuestro organismo, no nos enturbian la mirada y los demás, cuando están ante nosotros, siguen viendo a una buena persona.
Porque todos tenemos nuestras pequeñas porquerías que ocultar. Sufrir y hacer sufrir. La primera parte la asumimos bien, la vida es dura, hay gente que nos va a hacer daño, así que nos protegemos, y nos quejamos cuando no podemos evitar el ataque. A todos nos gusta ser un poco víctimas de vez en cuando, lo suficiente para recibir un abrazo y que nos recuerden lo mucho que valemos, y que no debemos dejarnos pisar nunca más.
Más difícil es aceptar que nosotros mismos podemos causar la herida. No de forma intencionada, pero sí consciente. Somos especialistas en encontrar mil justificaciones, pero mirar para otro lado no hace que la verdad desaparezca. No es nada agradable darse cuenta de esto. Yo estoy decidida a aceptar esa parte de mí que no me gusta, acabar con el personaje angelical y quedarme delante de la persona mediocre. Y preguntarle-preguntarme a la cara "¿por qué haces esto?". Es la única forma de tener argumentos para rebatir su-mi respuesta. Y así evitar que mi bolsita de mezquindades reviente y me tengan que operar de urgencia. Más que nada porque tengo pánico a los quirófanos.