Esta tarde querría ser una estrella de mar. Ligera y esponjosa, bailaría suave y alegremente siguiendo el ritmo de las corrientes oceánicas, y deleitaría mi vista (¿las estrellas de mar tienen ojos?) con el paisaje submarino.
Y como Patricio, no pensaría en nada. Quizá en cazar medusas. Porque a veces la felicidad de uno es directamente proporcional a su ignorancia.
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