viernes, 19 de febrero de 2010

TRUEQUE

Todo era más duro entonces, aunque quizá también más justo. Posiblemente todos tenían su sitio. Cada uno sabía hacer algo, y la vida era el juego del intercambio. Así es más fácil sentirse útil, asumir que se es una parte necesaria del grupo, así es más fácil no acomodarse, así es más fácil afirmar la propia identidad.
Ahora el que sabe hacer algo tiene que luchar con duros competidores que viven a miles de kilómetros de distancia, y su trabajo pierde valor día a día. Del resto, casi todos vendemos humo, hemos perdido la pista a la utilidad de lo que hacemos, y algunos sólo aspiramos a encajar como engranajes en la rueda, algo asqueados pero a la vez cruzando los dedos para que no chirríe y nos saquen de ahí. ¿A dónde iríamos? No sabemos hacer nada, sólo vender humo.
Qué miedo da ver tambalearse nuestro castillo de naipes.

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