miércoles, 10 de febrero de 2010

TELETRANSPORTE

El ordenador con el programa de contabilidad abierto. Al lado, una pila de facturas y la agenda con la lista de asuntos pendientes de resolver. Algunos vienen de días atrás pero le hastían de tal forma que nunca encuentra el momento. Una jornada más. Por la ventana, viejas naves industriales, una carretera, las ramas de árboles sin hojas moviéndose con el cierzo helador. Pasa un camión. Frío en los pies. Quedan todavía tres horas y veintidós minutos.
Como otras veces, decide marcharse. Ni siquiera necesita cerrar los ojos, sólo mirar fijamente a un punto por la ventana. Esta vez... a una playa lejana y desierta. Con el agua cristalina y tibia. El cielo sin nubes, la temperatura perfecta. Se sienta en la orilla, mueve los dedos de los pies que se van cubriendo de arena mojada cada vez que viene una ola. Allí, en la playa, sí cierra los ojos y disfruta la brisa suave que huele a mar. Se tumba y estira los brazos acariciando la arena, no le importa ensuciarse el pelo. Ahora ella es sólo lo que captan sus sentidos, el tacto de la arena y el agua, el olor del mar, el sonido de las olas...
y el ring del teléfono. Teletransporte instantáneo.

2 comentarios:

  1. ¡Hola! ¿Se puede?

    Bueno, en realidad, sólo quería decirte que me gusta lo que escribes y cómo lo escribes. Y dejar, de paso, constancia de que que te leo.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Claro que se puede,
    Muchsimas gracias, yo también te seguía en el anonimato. Me han encantado tus palomitas!

    ResponderEliminar